jueves, diciembre 04, 2008

Anillos de compromiso

En más de una ocasión Dave Manilow me había asegurado que con todo el tiempo que llevaba oyendo historias detrás de una barra podrían darle el título de psicólogo, simplemente olvidándose de las más descabelladas. Historias de tipos duros. Historias de tipos como Zed Phelas, capaces de repasar su vida viendo ahogarse en su whisky un huérfano cubito de hielo.

Hacía tiempo que Zed había dejado de pasarse por el club. Desde su boda, había desaparecido de los bares de Chicago que solía frecuentar y le habíamos perdido la pista. Con su dorado anillo en el dedo, más flaco, enjuto, con el aspecto sano e higiénico de los tipos que han pasado media vida alejados del vicio, otra media evitándolos y una entera arrepintiéndose, me contó su historia. ¿Sabes Pike? Hubo un tiempo en que cada vez que entraba a un bar llevaba escrito en un bolsillo la dirección de mi casa, un billete de diez dólares y una nota pidiendo a quien tropezara conmigo que me llamara un taxi. Pero me casé, muchacho, me casé con una mujer obsesionada solo con su casa, con la limpieza. Una mujer tan cegada por la higiene que solo invitaba a gente a casa cuando andaba corta de cosas por limpiar. Yo he hecho lo que he podido. Todo este tiempo he sido un esposo y padre ejemplar que, para no molestarla, cada vez que hacíamos el amor, cada maldita vez, yo sudaba jabón.

Aquella noche Zed tenía ganas de hablar. No la culpo a ella de nada. Simplemente me adapté a la vida que me propuso. Después yo mismo cercené mi propia libertad. Cambié mucho, tanto, que habría tenido que emborracharme para entrar a un bar a tomar un trago. He malgastado mi tiempo de tal manera que hasta mis enfermedades fueron las de un tipo aburrido. ¡Dios santo¡, bebía media botella de whisky y solamente me provocaba hemorroides. Lo más terrible de todo fue que aquella mujer segó mi vida. Se que no estaba enamorado de ella pero pensé que podría ser mi compañera, la madre de mis hijos, y lo único que conseguí fue la protección del aburrimiento, el asilo que da la monotonía. A veces tengo la sensación que nuestra vida era una instancia por quintuplicado. Maldita sea, hasta nuestros besos sabían a burocracia.

¿Sabes algo Pike?, ha llegado un momento de mi vida en que el cansancio me llega hasta las rodillas y hasta me da pereza reconocer lo cansado que estoy. Pike, muchacho, antes de casarme yo pasaba las noches jugando a las cartas en cualquier garito, sumergiéndome en whisky. Ahora me arrepiento de todo el tiempo que he pasado con esta mujer. Creo, que de mis 60 años de vida, apenas unos segundos han valido la pena. Dios santo, tengo la sensación de llevar la maleta demasiado vacía para el tiempo que pase viajando.

Aquella noche Zed necesitaba desahogarse y le dejé hablar. Pero, aunque no lo mencionó, mientras le miraba girarse su anillo, yo no podía olvidar la madrugada que los chicos y yo conocimos a su esposa y las proféticas palabras de Dave Manilow, el ladino dueño del Korova, cuando le advirtió: Muchacho, mas vale que te andes con cuidado. Con una mujer así, lo más importante no es acertar con el anillo de compromiso. Es encontrar un buen abogado matrimonialista.


— ¿Y qué recomienda para fortalecer el afecto?
— Bailar. Aunque su pareja sea apenas aceptable.

Elizabeth Bennet (Keira Knightley) & Mr. Darcy (Matthew Macfadyen) · Orgullo y prejuicio