LAS CENAS DE NAVIDAD
A las cenas de empresa en Navidad hay que llegar con las
expectativas controladas. Te presentas ilusionado con un menú suculento, con
que el jefe te sorprenderá con un regalo y con que la rubia de contabilidad se
mostrará receptiva a tomar una copa en tu casa, y acabas de madrugada
fundiéndote en algún garito la paga extra, el hígado y la poca dignidad que te resta,
mientras escuchas a Paco, el de mantenimiento, las mismas batallas desgastadas
de todos los años. En el mercado de futbolistas navideño te puede ocurrir lo
mismo, lo abres entusiasmado por Cavani y en descuidarte amaneces resacoso y
encamado con el Richard Núñez de turno. Algo sabe de esto el propio Miguel
Ángel Gil, que llegó a la comida de las pasadas Navidades ilusionado con lo de
Morata y al rato descubrió que Lucas Hernández tenía pensado tomarse el postre
ya en Munich. En cualquier caso, es lo previsible en estas fechas. Mucho menos
habitual es lo ocurrido este año con las lesiones. Se han prodigado de tal
modo, de todo tipo y en tantos futbolistas, que por momentos parecía una plaga
bíblica. Llegó un punto en que daba la impresión que, para completar una convocatoria
de dieciocho, haría falta citar a Indi, Clemente Villaverde y el doctor
Villalón.
Lo
cierto es que el año se acaba y este 2019 ha transformado al equipo. Se cerró
una etapa del vestuario con la marcha de gran parte de los jugadores que
formaron su núcleo duro durante años: Godín, Juanfran, Griezmann, Filipe Luis o
Lucas Hernández. Poco antes fueron Gabi, Torres o Tiago los que se despidieron.
Y, aunque sus taquillas las ocuparon nuevos futbolistas, todavía está vacante
quien luzca sus galones. Estamos todavía adaptándonos. Es lo normal, llevas
diez años yendo todos los fines de semana al mismo bar, con la misma gente, y
cuando te lo reforman y entras de nuevo, lleva su tiempo elegir tu rincón
favorito, pillarle el aire a los camareros o acertar con la salida tras una
borrachera.
Mientras
tanto, con los nuevos mantenemos la desconfianza natural en estos casos. Recelamos
de ellos cuestionando sus orígenes, su precio o hasta su peinado. Algunos atléticos
se pasan de frenada y dudan inclusos de los veteranos, los que llevan años con
nosotros y el escudo incrustado en el pecho. En fin, tiene que haber atléticos
para todos los gustos. De hecho, tampoco en 2019 nos hemos librado de los se
esa clase que, cuando el equipo gana, aparecen para cuestionar las formas o el
estilo. Me cuesta entenderles, y siempre he pensado que se trata de gente
infeliz, que esa gente también te criticaría si saliendo por las noches,
comiendo y bebiendo lo que te gusta, gozaras de buena salud. Porque lo correcto
para ellos sería estar sano siendo abstemio, vegetariano, ecológico, y acercarte
únicamente a mujeres con las que la probabilidad de morir de aburrimiento sea
mayor que la de que te contagie alguna venérea.
Personalmente, hace mucho que las
cuestiones sobre el estilo del Atleti me aburren. Soy de los que prefieren que
un jugador del Atleti en su currículum, antes que un título de bellas artes,
luzca antecedentes penales. O tatuajes patibularios antes que un máster bajo el
brazo. Probablemente, por el mismo motivo por el que en las cenas de Navidad de
la empresa siempre me coloco al lado de algún tipo que suela liarla. Para
evitar decepciones y tener las expectativas bajo control.
(texto publicado originalmente en La Vida en Rojiblanco el 31 de diciembre de 2019 LAS CENAS DE NAVIDAD)
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