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viernes, enero 03, 2020

LAS CENAS DE NAVIDAD

A las cenas de empresa en Navidad hay que llegar con las expectativas controladas. Te presentas ilusionado con un menú suculento, con que el jefe te sorprenderá con un regalo y con que la rubia de contabilidad se mostrará receptiva a tomar una copa en tu casa, y acabas de madrugada fundiéndote en algún garito la paga extra, el hígado y la poca dignidad que te resta, mientras escuchas a Paco, el de mantenimiento, las mismas batallas desgastadas de todos los años. En el mercado de futbolistas navideño te puede ocurrir lo mismo, lo abres entusiasmado por Cavani y en descuidarte amaneces resacoso y encamado con el Richard Núñez de turno. Algo sabe de esto el propio Miguel Ángel Gil, que llegó a la comida de las pasadas Navidades ilusionado con lo de Morata y al rato descubrió que Lucas Hernández tenía pensado tomarse el postre ya en Munich. En cualquier caso, es lo previsible en estas fechas. Mucho menos habitual es lo ocurrido este año con las lesiones. Se han prodigado de tal modo, de todo tipo y en tantos futbolistas, que por momentos parecía una plaga bíblica. Llegó un punto en que daba la impresión que, para completar una convocatoria de dieciocho, haría falta citar a Indi, Clemente Villaverde y el doctor Villalón.
            Lo cierto es que el año se acaba y este 2019 ha transformado al equipo. Se cerró una etapa del vestuario con la marcha de gran parte de los jugadores que formaron su núcleo duro durante años: Godín, Juanfran, Griezmann, Filipe Luis o Lucas Hernández. Poco antes fueron Gabi, Torres o Tiago los que se despidieron. Y, aunque sus taquillas las ocuparon nuevos futbolistas, todavía está vacante quien luzca sus galones. Estamos todavía adaptándonos. Es lo normal, llevas diez años yendo todos los fines de semana al mismo bar, con la misma gente, y cuando te lo reforman y entras de nuevo, lleva su tiempo elegir tu rincón favorito, pillarle el aire a los camareros o acertar con la salida tras una borrachera.
Mientras tanto, con los nuevos mantenemos la desconfianza natural en estos casos. Recelamos de ellos cuestionando sus orígenes, su precio o hasta su peinado. Algunos atléticos se pasan de frenada y dudan inclusos de los veteranos, los que llevan años con nosotros y el escudo incrustado en el pecho. En fin, tiene que haber atléticos para todos los gustos. De hecho, tampoco en 2019 nos hemos librado de los se esa clase que, cuando el equipo gana, aparecen para cuestionar las formas o el estilo. Me cuesta entenderles, y siempre he pensado que se trata de gente infeliz, que esa gente también te criticaría si saliendo por las noches, comiendo y bebiendo lo que te gusta, gozaras de buena salud. Porque lo correcto para ellos sería estar sano siendo abstemio, vegetariano, ecológico, y acercarte únicamente a mujeres con las que la probabilidad de morir de aburrimiento sea mayor que la de que te contagie alguna venérea.
Personalmente, hace mucho que las cuestiones sobre el estilo del Atleti me aburren. Soy de los que prefieren que un jugador del Atleti en su currículum, antes que un título de bellas artes, luzca antecedentes penales. O tatuajes patibularios antes que un máster bajo el brazo. Probablemente, por el mismo motivo por el que en las cenas de Navidad de la empresa siempre me coloco al lado de algún tipo que suela liarla. Para evitar decepciones y tener las expectativas bajo control.


(texto publicado originalmente en La Vida en Rojiblanco el 31 de diciembre de 2019 LAS CENAS DE NAVIDAD)

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