domingo, septiembre 24, 2006

¿Quién dijo que la belleza está en el interior?

Más de mil chicas se han presentado al casting de Supermodelo 2006, el nuevo concurso de Cuatro presentado por Judit Mascó, cuyo eslogan es (o fue) precisamente la pregunta que da título a esta nota. Dejando de lado el tufo a tele-bodrio que despide el programa, o la polémica generada por el dichoso eslogan que finalmente ha sido cambiado por el más ligero “Porque la belleza no sólo está en el interior”, es curioso como en prácticamente todos los aspectos de nuestra vida, el exterior influye. Y mucho.

Cuentan que una de las claves del éxito de Coca-Cola reside en la curiosa forma de su botella, similar (dicen) al cuerpo de una mujer. Packaging, re-styling, branding… y una recua de feos anglicismos pululan por las oficinas demostrando que eso de la belleza interior es un cuento chino con que lavan el cerebro a los patitos feos. Tónicos, hidratantes, exfoliantes, tratamientos antienvejecimiento, contorno de ojos y un sinfín de potingues se amontonan en los armarios del baño. ¡Dios qué tetas tiene aquella pava! El más feo para ti, bonita.

Lo jodido del caso es que esta cultura de la primera impresión, de lo exterior, me empieza a afectar incluso a la hora de elegir algo tan ajeno a ella, al menos en principio, como un libro o una película. “Los tipos duros no bailan”, Norman Mailer. “Que se mueran los feos”, Boris Vian. ¿Por qué elegí dos libros con títulos tan originales? ¿Coincidencia? Ir de caza por la FNAC sin ningún objetivo claro, nos conduce irremisiblemente a la sección de libros de bolsillo. Una vez allí, si bien revisas los títulos de tus editoriales favoritas, acabas echándole un ojo a la sinopsis de todo aquello que te llama la atención. Así fue como encontré “El caballero de la armadura oxidada”. Un bonito título. Un libro que podría comprar. Afortunadamente, no siempre te dejas llevar por este primer impulso y leí el resumen. Un primer párrafo con varios conceptos éticos y filosóficos me llevó a comprender que no era la novela ligera que andaba buscando.

Con el cine me ocurre algo parecido. Me gustan las películas de Isabel Coixet. Pero cuando se estrenó “La vida secreta de las palabras” casi me impulsó más a verla el título que el hecho de que fuera la última de la directora catalana, o que el siempre genial Tim Robbins apareciera en ella. El caso de la Coixet es curioso. Quien haya visto “Mi vida sin mí” se dará cuenta de que es imposible encontrar un título mejor; “Cosas que nunca te dije” es otro título, que además de encajar con la película como un guante, te llama la atención desde el momento en que lo escuchas.

Pero los títulos no siempre nos atraen. Gracias a ellos, también huimos como de la peste de cintas como “Furia total”, “Esperanza completa”… Es decir, los manidos títulos con la estructura SUSTANTIVO + ADJETIVO, tan típicos de los bodrios de sobremesa de Antena 3, generalmente based on a true story.

Me gustaría encontrar el título perfecto para cada ocasión. Pero jamás. Ni el cerebro más retorcido. Ni la más compleja de las ecuaciones. Ni en un millón de años. Jamás se logrará idear un título tan redondo, para una película, una novela, un producto o el titular de una noticia, como el de aquella mítica película de los ochenta: “El fontanero, su mujer… y otras cosas de meter”.

El fontanero, su mujer... y otras cosas de meter


—¿De dónde eres recluta?
—¡Señor, de Texas Señor!
—¡En Texas sólo hay vacas y maricones cowboy! ¡Y no veo cuernos! Así que ya sabemos qué eres.

Sargento Hartman (R. Lee Ermey) · La chaqueta metálica



2 Comentarios:

At 26 octubre, 2006 18:12, Blogger Roger Crunch dijo...

Hay otros ejemplos que no le van a la zaga como "caray con el mayordomo, qué largo tiene el maromo" o "Sueca bisexual necesita semental"

 
At 14 enero, 2007 23:25, Blogger perezreverte dijo...

Lo de los títulos yo creo que es lo que más te decide y luego el argumento aunque no siempre se acierte al elegir.Saludos.

 

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