Fotos Marchitas
Era cliente
por temporadas. Pasaba meses, incluso años, por cualquier parte del mundo,
tomando fotos de alguna perdida guerra, para faltarle tiempo a su vuelta de prodigar en
el whisky del Korova el puñado de miseria que había conseguido ganar.
A
Arthur Dorff no le gustaba hablar. Lo que tenía que decir lo hacía con fotos.
En el Korova los chicos aseguraban que ni siquiera le gustaba el whisky y no se
lo decía a Dave por ahorrar saliva. Empalmaba cigarrillos y whiskys, a solas, y
solo escasas veces se dejó acompañar por una chica a algún motel. En cierta
ocasión se marchó con Kristin Neil, una vieja amiga. Siempre me intrigaron tipos
como aquel y a la noche siguiente no pude evitar la tentación de interrogarla. “Pike —
me dijo — cuando te acuestas con un tipo
así no te limpias el semen, te limitas a recoger sus escombros”.
Poco o nada
sabíamos de Arthur, solo rumores. Era un tipo hosco, reservado, muy discreto.
Lo único que conocíamos eran sus fotos. Crudas, desgarradoras, muchas de sus
imágenes podrían chorrear sangre. Imágenes tan duras que hasta un tipo del club
aseguraba que lo habían echado de varias guerras por violento, pero siempre
creí aquello una exageración. Sin duda fue Dave Manilow, el ladino dueño del
Korova, quien mejor le comprendía. “Pike, echa un vistazo al local. Todos estos
tipos vienen aquí escapando de su vida: matrimonios quebrados, trabajos que
huelen a diez años y un día, y jardines de deudas. Fíjate en Arthur, él no huye
de los de los horrores de las guerras. Un tipo como él busca encontrar aquí las
ruinas que echa de menos”.
Recuerdo
la única ocasión en que hablé con Arthur. Llegó al club a primera hora, cansado, avejentado,
con aspecto de llevar tanto tiempo sin dormir que hasta a su whisky le habían
salido arrugas. Arthur se percató que le miraba “Esta maldita profesión — se
justificó — ha cambiado tanto… . Cuando
yo comencé este trabajo te jugabas la vida y cobrabas por ello. Y a ese le
respetaban. Ahora todo ha cambiado. La maldita televisión manda. Un
tipo sale dos minutos en ese chisme, haciendo un análisis de lo que pasa en la
otra punta del mundo desde un estudio, y se hace rico y famoso, y por la tarde
vuelve en coche a casa con su mujer y su hija, mientras los tipos que se
dejaron la vida por llevar unas fotos o unas imágenes nunca son reconocidos.
¿Sabes? Ayer murió un amigo. Más de veinte años haciendo fotos en guerras sin
un maldito dólar para comprar medicinas al retirarse. Andaba tan apurado que en
sus últimos días vagaba por las calles, tan miserable, que hasta los mendigos
hacían cola para dejarle limosna.
En ese momento
me percaté en una pequeña caja que Arthur llevaba consigo y había dejado sobre
la barra, al lado del whisky. “Es muy triste muchacho — dijo poniendo una mano
encima — pasar tu vida de guerra en guerra, para a tu vuelta encontrarte con
que en el tanatorio al incinerarte les hace falta ponerte al menos un par de
trajes para reunir las suficientes cenizas”.
General George S. Patton Jr. (George C. Scott) · Patton
2 Comentarios:
Que duro y triste relato, pero a la vez soberbio!!!
Me encantan sus relatos.
Besos
Buenas tardes Pike, cuanto tiempo sin un buen whisky sin soda y una buena historia.
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