Al otro lado de la barra
Las noches al otro lado de la barra son para profesionales. Para tipos acostumbrados a atender a clientes arruinados y limpiar la barra de escombros de pasiones con las formas diligentes y asépticas de un cirujano. Según presumía Dave Manilow, el ladino dueño del Korova, “son casi modernos
hombres del renacimiento, expertos en leyes, psicología, economía, relaciones
de pareja…”. Lo que la visión romántica de Dave no citaba es que
invariablemente estos tipos eran calamidades en sus vidas. Capaces la misma noche
de servir mil copas sin desperdiciar una gota, mientras derramaban su
matrimonio sobre la barra.
Hay
camareros sentenciados para la profesión, como Ray Jennings. Un tipo intachable
en su cometido y una ruina para todo lo demás. Trabajó en el Korova quince
meses de forma ejemplar, ganándose el aprecio de todos. Discreto y atento en su
labor, al acabar su turno Ray olvidaba el camino de regreso a casa. Partidas
clandestinas, whisky o cualquier escote, lograban que su mujer e hijos
olvidaran su cara durante días. Hasta que una noche en una partida, hirió con
una navaja a un tipo y mató su matrimonio: le cayeron cuatro años de prisión.
Nada más salir de la cárcel Ray volvió al Korova. Dave nunca
tuvo problema para contratar a tipos cuyos antecedentes hicieran juego con las
arrugas de su camisa. Al poco, una noche cerrando, charlé con Ray sobre su
vuelta al club. Divorciado y sosegado, era un tipo nuevo.
- Cuando salí de la cárcel regresé a Chicago con la
sensación de arrastrar varias maletas llenas de vacíos. Todo parecía cambiado,
la ciudad me parecía ajena…, ¡como si hasta el maldito lago Michigan lo
acabaran de estrenar! Pero muchacho, al entrar en el club uno reconoce su casa.
Verás Pike, yo nunca tuve un hogar. Éramos siete hermanos y mis padres tenían varios
trabajos para servirnos un poco de hambre tres veces al día. Con quince años me
fui de casa y con diecinueve entre en un matrimonio que apestaba a burocracia.
En mis siete años casado creo que no dejó de llover ni un solo día. Me aficioné
al juego, al alcohol…. Pero, ¿sabes Pike?, he cambiado. Ahora estoy bien
–apuntaba tranquilo mientras limpiaba la barra.
Pero esa etapa duró para Ray hasta la noche en que miss Florida del 67 actuó en el club reconvertida en cantante: ciento ochenta centímetros de eslora y una sonrisa a prueba de una división de artillería. La clase de mujer que te hechiza y detestan tu madre, tu hermana y tu contable, y que por más que lo intentes acaba deslizando tu mirada hacia su escote.
Él sabía de carrerilla el protocolo para conquistar a una
mujer así: restaurantes caros, joyas y ropa. Al poco de empezar con ella Ray
comenzó a pedir prestado: primero a Dave un anticipo de su sueldo y luego a
cualquiera de los usureros que pululaban por la ciudad. Y de nuevo Ray estaba
metido hasta el cuello en deudas con tipos de Chicago, a los que la sonrisa les
huele a diez años y un día.
Sabedor del problema en que nadaba, en su última noche
liquidó con Dave, recogió sus pocas pertenencias y se marchó hacia la estación
de autobuses. Mi última imagen suya es su contorno en la salida del Korova, con
una pequeña maleta en la mano y dos dedos en la frente a modo de saludo
militar, a la caza de su siguiente fracaso.
Fue el viejo profesor Gus Revert, que había conocido
incontables camareros, quien mejor comprendió la situación. Pike, muchacho, es
siempre la misma historia. Estos tipos vienen, atienden la barra, hacen su trabajo y nunca falta un maldito
dólar al cuadrar la caja. Pero acaban marchando porque realmente, su única
preocupación, es como borrar de su brazo el nombre tatuado de la próxima mujer
que van a conocer.
— El barman es el aristócrata de la clase obrera, puede conseguir todo lo que quiera
Doug Coughlin (Bryan Brown) · Cocktail
4 Comentarios:
"En mis siete años casado creo que no dejó de llover ni un solo día."
Es curioso como siempre asociamos la lluvia con el hastío, a mí me pasa al contrario, es el calor el sinónimo de morirme en vida...
Un relato excelente!!! Como todos los tuyos.
Besos
Cariño, exageras. Encontrar hastío cerca de ti es como dar con talento en una declaración de renta.
Es duro tener que esconder lo que verdaderamente pensamos de las cosas.
Excelente post.
PD me pasa lo mismo con la dichosa lluvia.
Solia pasarme mas a menudo por aqui, a encontrar mas pausa que alivio; imagino que era lo que buscaba. Ojala Pike volviese a escuchar tanto como lo hizo, pero supongo que el tiempo pasa de la misma manera para todos.
Ahora, desde un vagon del metro de Chicago y sin muchas mas fuerzas ni tildes en el teclado, me quito el sombrero por todas las veces que no lo hice. Por todos aquellos que supieron contar la historia tal y como la sintieron.
Salud, Pike, salud.
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