GRIEZMANN Y LAS EX
Es mentira. Nadie se lleva bien con su ex, va contra la
lógica. Al menos en cualquier unión en la que haya habido más pasión que
burocracia. Cuando una relación termina, por mucho que insistamos, los deseos y
las mentiras de protocolo permanecen en aire el tiempo justo, hasta que salen a
flote los reproches, las deudas y las traiciones. Y cuando te quieres dar
cuenta, estás en casa recortando las fotos y con la duda de si alguno de los
besos no estaba infectado.
Griezmann
volverá el domingo al Metropolitano y no será bien recibido, porque su relación
con el Atleti fue intensa, a fogonazos, de las que dejan la cama que no sabes
si debes cambiar las sábanas o quemarlas. Ocurre siempre en el fútbol cuando los
trofeos y las decepciones se almacenan junto a los recelos y las infidelidades.
Hasta tuvo un cuñado plomizo, de esos que aparecen en el momento más
inoportuno, tocando las narices en las redes sociales. Aun así, es innegable
que el galo fue capital en el juego del Atleti estos últimos años, hasta el
punto de convertirse en el quinto máximo goleador de la historia del Atleti.
Pero, tan cierto es eso como que, en un partido clave como la final de Milán,
Griezmann falló el penalti en el momento decisivo. Por no mencionar el
encuentro del año pasado en Turín, donde se mostró apático y distante, para más
tarde descubrir que lo jugó con el cuello de la camiseta manchado de carmín
azulgrana y aroma a pan tumaca.
Decía Gengis Kan que no basta con tener éxito, los demás deben
fracasar. Como soy un tipo con ambiciones de andar por casa, incluso me
basta con que los demás fracasen. Por eso se me dibuja una sonrisa de
satisfacción cuando me cruzo a mi ex y no veo ya en sus ojos la chispa que
tenían cuando estaba conmigo. Arda, Carrasco o Theo podrán contar como se
marcharon buscando la pasión con otra pareja, pero sólo encontraron problemas,
soledad y rutina. El caso de Griezmann es todavía más flagrante, ya que ha
canjeado su rol de estrella indiscutible por el de comparsa invitada. De líder de
un proyecto a cebar los mates para otros. Se ha convertido en el invitado a la
fiesta por el que nadie pregunta cuando no aparece. Desde la distancia da la
sensación de que se ha adaptado al Barcelona igual que los brasileños a los
bailes cosacos. Por eso disfrutamos viendo a los aficionados culés o sus
compañeros de equipo, escrutándole con recelo, como haría una madre cuando su
hija le presenta al novio que le puso los cuernos el verano pasado, y que
arrastra tras de si los escombros de un divorcio y un par de pensiones de
paternidad.
Griezmann eligió engordar su palmarés en el Barça antes
que convertirse en una leyenda del Atleti. Una decisión que le marcará para
siempre como un tipo que escogió pasar el resto de su vida con una mujer con la
que compartir el deportivo, la mansión y su cuenta corriente. Algo respetable,
sin duda. Pero que le aleja de los atléticos, que siempre preferimos a las
mujeres con las exista el riesgo de poder acabar en alcohólicos anónimos, en
bancarrota o con la posibilidad de contraer alguna venérea.
(texto publicado originalmente en La Vida en Rojiblanco el 29 de noviembre de 2019 Griezmann y las ex)
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