Say it ain't so Joe
Nadie hablaba nunca en el Korova sobre aquel tipo de la barra que se consumía tan aprisa como sus cigarrillos. No se conversaba del que había sido uno de los mejores jugadores de béisbol de la historia. Ni los aficionados de los White Sox querían ya recordar que cada vez que aquel tipo bateaba, la bola salía volando tan alto que se desataba una crisis de envidia entre los pájaros.
Joe era un tipo con saber estar. De los que pasa tres noches seguidas en la barra del Korova y es capaz de estar callado en doce idiomas. De los que saben que la cuarta copa solamente es el camino imprescindible para llegar a la quinta. De los que aprovechaban una borrachera para no decir que su nombre era Joe Jackson, llamado Shoeless Joe, y que hubo una época en la que los aficionados hacían cola a la salida del estadio de los Chicago White Sox para conseguir su firma en un papel, lo único que le habían enseñado a escribir en toda su maldita vida.
La mirada de Joe era un aviso de naufragio que olía a barro y derrota. Todavía conservaba sus retazos de campesino de Carolina del Sur y el aire frágil que da saber que cada bocanada de aire es de prestado. Y a pesar de eso nunca se le escapó una queja.
Nadie le oyó nunca quejarse de su suerte, ni le escucharon maldecir a la maldita comisión de la Liga. Ni siquiera se molestó en contarnos como trataron de obligarle a aceptar un soborno para amañar aquel partido de las series mundiales de 1919. No explicó a nadie que él mismo intento devolver aquel dinero y puso al tanto al dueño del club, Charles Comiskey, del apaño.
Nunca se lamentó de que siempre se le recordara como uno de los ocho jugadores implicados en el escándalo de los Black Sox. Ni de que injustamente quedara como uno de los innombrables para el Salón de la Fama. No se tomó ni la molestia, maldita sea, de explicar como en aquel partido mantuvo su promedio, que no tuvo ningún maldito error, que su juego se mantuvo en un excelente nivel. Que en cuanto a su juego, su honor estaba fuera de duda.
¡Dios santo Joe! me hubiera gustado que alguna vez nos dijeras algo. Te recuerdo aún saliendo de aquel Juzgado cuando te sancionaron de por vida. Y me dan ganas de gritarte, Joe, igual que te gritó aquel niño llorando: Say it Ain’t so, Joe
– ¿De donde viene forastero?
– De ningún sitio en particular.
– ¿Y a donde se dirige?
– A ningún sitio en particular. Todos los sitios son buenos para pasar de largo.
Juez Roy Bean (Walter Brennan) y Cole Harden (Gary Cooper) · El forastero
7 Comentarios:
> quedarse callado en doce idiomas.
Genial!!!
Estoy con ludovico, genial.
Excelente, ya me preguntaba cuando volverían.
Tienen que hacer un libro de esto, uno de verdad, acorde al contenido, nada de códigos binarios y lenguajes java. Papel y una linda tapa blanda de color amarillo, una edición de bosillo al mejor estilo de los policiales negros con una ilustración del Bar. Sí, ya me la imagino. Un saludo y mis respetos
Me vine al pasado...espero q recibas este mensaje.
escribo aca porq esa cancion me encanta, ademas de todo lo que escribiste q es fascinante!
Saludos desde el mes de octubre
Mas alabanzas.
Y la misma sugerencia de black sunday; esto merece estar impreso en papel, quince o veinte historias cortas que giren en torno al garito y al tipo laconico(yo siempre visualizo a Robert Mitchum). Seria un crack en papel, como lo es en pixeles... pero ya saben ustedes que los tipos duros no andan todo el dia jodiendo con un pc...
El libro ya le hay. Jose Luis Alvite es un periodista que escribe artículos así en el diario La Razón y ha sacado alguna recopilación. Muy bueno este blog.
Hola y GRACIAS.
Me ha encantado el relato de lo que hay detrás de este pedazo de canción.
Buscando una versión maxi, porque siempre me parece que acaba pronto,... te he encontrado,.... y vaya lo que me alegro.
Más Gracias y un saludo. (luisele)
(tienes más?)
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