El hada verde
… digamos que no fue una presentación formal. Me había confundido con uno de sus encargos y el cañón de su revólver fabricaba un segundo ombligo en mi nuca. Me faltaba frente para sudar y el miedo redujo tanto el tamaño de mis pelotas que tardé más de una semana en volver a localizarlas.
Todos sabíamos que Peter Cost solía aderezar sus anécdotas con demasiada pimienta pero cualquier condimento resultaba escaso a la hora de hablar de Moe Carrick. Reunidos en torno a la mesa del reservado del Korova, las cuatro almas que disfrutábamos de la absenta de contrabando de Dave nos reímos como si el hada verde ya hubiera comenzado a hechizarnos.
A Moe Carrick le gustaba decir que solucionaba problemas. Aquello era como calificar de ligeramente atrevido el infinito escote con el que Minnie Davenport quemaba mis pupilas desde la barra, pero como cualquier eufemismo era cierto en el fondo. Y el fondo de aquel desfiladero de carne blanca, por el que, lo juro por dios, danzaban en perfecta coreografía perlas de sudor, es lo que me hubiera gustado explorar aquella noche, pero decidí que ya tendría tiempo de volver a perder la última oportunidad.
Moe ‘Cara de palo’ Carrick, era un profesional de la persuasión. Su mueca dura, solemne e imperturbable era una señal de peligro en piel. La mejor manera de gritar en silencio aquello de “no me ponga las cosas más difíciles, amigo”. Su reputación le permitió ser uno de los pocos que en el viejo Chicago trabajó para los dos clanes O’Donnell. Y lo jodidamente sorprendente, podía contarlo.
Pero si Peter le había dedicado su primer desvarío era porque Moe fue durante muchas noches un compañero para la siempre extinta fauna del Korova. No, no era amistad. Pero su hermana fea, la camaradería, siempre infravalorada, era más que suficiente para aquella época en la que lo más brillante que podíamos ofrecer a la vida era la hebilla del cinturón. Moe era un hombre de costumbres y siempre escuchaba las historias de barra con un Philip Morris en la boca y un Long John doble en la mano. Era meticuloso, introvertido y de fiar. Nunca olvidaba una cara, y aunque pensaba que había perdido su acento sureño, en su aliento todavía podía olerse el arroz recién cosechado de Arkansas. Al piano interpretaba aceptablemente a Gershwin y era, de largo, el peor contador de chistes de todo el West Side.
Joder, Moe hubiera debido estar allí aquella noche, pero el destino, que suele vestir medias de rejilla y zapatos rojos, decidió por una vez adquirir un aire menos sofisticado, y se disfrazó de billete de lotería.
No he vuelto a hablar con Moe desde el 57. El otro día escuché que ha dejado el tabaco y que el único humo que respira es el del vapor de su jacuzzi. Las malas lenguas dicen que ahora los mayores riesgos los toma cuando juega al críquet sin protección en la parte alta de la ciudad.
No sé qué ocurrió. Por un instante silencié la histriónica carcajada de Dave, rompí el hechizo del lobuno amago de sonrisa de Paul, y enjuagué las lágrimas que Peter no podía controlar cuando reía. Todo para preguntarme si mis recuerdos, como las historias de Cost, habían pasado por el quirófano de la memoria. Para interrogarme sobre el auténtico Moe. ¿Era el del último brindis a la salud del amanecer? ¿O el que olvidó (o peor, fingió olvidar)? ¿Era aquel tipo capaz de pedirle cuentas al mismísimo Capone? ¿O el que desayunaba domingos con el Wall Street Journal? Quizá lo fueran ambos y si el camaleón muda de color para camuflar su piel, el ser humano prefiera camuflar sentimientos y pasiones. Quizá no fuera ninguno y sólo Moe Carrick conozca al tipo de la cara de palo. Quizá eché de menos a alguien que jamás existió. Quizá rebaje la próxima copa con agua helada.
_ Trabajo de psiquiatra. Actualmente estoy tratando a dos parejas de hermanos siameses que sufren de doble personalidad. Me pagan 8 personas.
Leonard Zelig (Woody Allen) · Zelig
11 Comentarios:
Al parecer estuvimos a punto de una alegre balacera....
A través del humo del Korova se ven mejor los rostros tras las máscaras.
"ya tendría tiempo de volver a perder la última oportunidad", me encantó y me encantan ese aire de fatalidad de las historias que se cuentan acá.
Bueno, supongo que sucede, tu no sabes quien es Moe, yo me he perdido en una trastienda de espejos y eso esta lejos de estar acorde con mi edad
muy buenos relatos
saludos
les voy a enlazar desde Noche Para Leer, para que quienes me leen también puedan leerles.
Has probado alguna vez la sensacion de sentir ese ombligo dibujado por el
arma que te apunta?....el tiempo se detiene, los razonamientos se desahcen...toda una experiencia.
buen relato
un saludo
Me encanta el blog. Me recuerda el tiempo en que solamente leía novela negra y me intoxicaba con tantos "tipos duros" y frases penetrantes como balas. Siempre es un gusto leerlo.
Está linkeado en mi blog.
Tipo duro: me gusta tu estilo...
Hola
Te invito a visitar mi blog: http://www.ambigramania.blogspot.com/
Aquí me dedico a realizar un tipo de arte no muy conocido, los "ambigramas". Espero tu comentario.
Cordialmente,
Alberto Portacio Apicella
Me parece terrible venir acá y sólo comentar que escriben maravillosamente, pero no me queda más que venir acá y decirles, una vez más, que escriben maravillosamente.
Tipos duros nos tenemos abandonados, yo volví a darles un beso... nada de balas.
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