La chica del gánster
Llevaba media noche aclarando a una corista del club que aunque conmigo nunca lograría la fama que ansiaba desde que llegó de Connecticut, todos los cumplidos que le iba a dar estarían desinfectados. Persuadido de haberlo logrado garabateé un poema en una servilleta y se lo alargué. La chica tomó el papel y me escribió por detrás el estricto itinerario para llegar a su casa: cincuenta dólares.
Dejé escapar una sonrisa ante mi torpeza y los resortes de la memoria me llevaron a Jacob Eliezer, el primer propietario del Korova, porque a él nunca le habría ocurrido algo así. Era un tipo capaz de tener un ojo en la puerta, otro en la caja y uno más en el escote de cada chica. Jacob hablaba cuatro idiomas y habría sido capaz de traducir al sánscrito la mirada de cualquier chica si lo hubiera necesitado. Las mujeres eran su debilidad y yo juraría que era capaz de averiguar el color de las sábanas en que iba a despertar cada vez que miraba a una. Por eso nunca entendí su lío con Sharon Lefferts.
A Jacob le marchó bien el negocio y repartía copas y caricias con la misma asiduidad. Abrió el local unos años atrás y lo había convertido en un club nocturno en el que la orquesta y unas camareras, con el vestuario apropiado para ser procesadas en casi treinta estados, eran su mejor reclamo. Sharon llegó una noche escoltada por una amiga y aquella mirada suya que aseguraba no dar cuartel ni dejar prisioneros. Era conocida en todo Chicago por ser la esposa de Miles O´Donnell, uno de los capos de la ciudad por aquellos momentos, y su fama de mujer ambiciosa capaz de conseguir lo que se propusiera la precedía donde fuera. Bien lo sabía Claudia Fallesi que había sido la primera mujer de O´Donnell hasta que éste se encaprichó de Sharon y paseó con ella del brazo por todo Chicago. Claudia no pudo soportar los celos y la vergüenza, y comenzó a recurrir a los somníferos. Una noche, cansada de esperar a su marido, sacó su orgullo siciliano y apareció tumbada en la cama después de haber canjeado las pastillas por la bala de un colt del cuarenta y cinco.
Pero la noche que llegó al Korova, Sharon destilaba perfume caro y bourbon. Sus ojos eran una invitación irrechazable para tropezar con problemas ¡Maldita sea!, estaba arrebatadora y la frase que Jacob me dijo fue una premonición: “muchacho, me fascina esa mujer. Aunque tenga la clase de belleza de la que uno sólo se repone en un hospital, cuando después de tres horas un buen cirujano te ha reconstruido la cara”.
Durante un tiempo Jacob anduvo jugando a la ruleta rusa con el destino, citándose a escondidas con Sharon en moteles de mala muerte tratando de que ninguno de los matones de Miles advirtiera nada. Pero Jacob creía que las mujeres pueden ser como los viajes y disfrutarse dos veces: cuando los haces y cuando los cuentas, y muy pronto hasta las ratas del club conocían el último lío de faldas del jefe.
La noche en que tres de los matones de Miles O´Donnell entraron al Korova Jacob lo encajó enseguida con su aplomo habitual. Encendió un cigarrillo, se lavó las manos y juraría que incluso deslizó la mano sobre el culo de una de las camareras al acompañar a aquellos tipos fuera del local. Su cuerpo apareció tres días después flotando sobre el lago Michigan en lo que, con la cantidad de plomo que llevaba dentro, suponía un desafío a las leyes de la física.
¡Dios Santo! Los chicos de Miles hicieron bien su trabajo. Le habían dado tal paliza al pobre Jacob antes de acribillarle, que cuando sus padres solicitaron la donación de órganos, el médico tuvo que aclararles que lo único aprovechable de aquel cuerpo sería apenas el metal de la decena de balas que llevaba dentro.
Sí, Jacob Eliezer fue un tipo singular al que todos recordamos en el Korova. Y aún perduran algunas frases imborrables suyas, como la que me espetó una noche en la barra del local, cuando le pregunté como se las había arreglado para acostarse con cuatro de las camareras a la vez. Jacob se tomó su tiempo para responder, soltó el humo de su cigarrillo y, calculando mentalmente todavía, contestó: “con mucho orden amigo. Con mucho orden”.
_ No creo en los noviazgos largos, ¿y usted, vicario?
_ No, si los novios son ancianos.
El puente de Waterloo
15 Comentarios:
Me gustó mucho.
El "con mucho orden" fue excelente.
Saludos.
Qué bueno... Sólo puedo decir que mereció la pena la espera...
Extraños acontecimientos me alejaron del Korova, he vuelto a la misma mesa oscura del fondo. Haz que me traigan un Jack Daniel`s. Y Pike, muchacho, procura mantener a raya a los borrachos parlanchines. Antes déjame decirte algo, Jacob fue un bocón y los bocones no duran mucho. Pero supongo que eso tampoco le hubiera importado. Jodido Eliezer era un bicho extrañamente estúpido.
Ese tal Jacob, eligio la manera mas placentera (y segura) de acabar con su vida.
No me extrana que hayan tardado ustedes tanto en volver a pegar... pues han creado otro miniclasico. Y ya van siendo unos cuantos.
Sigue siendo brutalmente bueno. Lástima que no se prodigue más. "Literatura con cigalas" es prodigioso.
Mujeres así, que te conducen a la autodestrucción, nos las hemos encontrado todos. Al menos el pobre sonreía y conocía su destino. Otros, me temo, no tuvieron esa suerte.
Perfecto, como siempre. Merece la pena la espera.
Qué cosas... jeje.. :)
Saludos
Doctor,
Crítico de blogs
Está Alvite ahí detrás?
Muchacho, son muchas las veces en que nos hemos acercado al Savoy a tomar unas copas con Alvite pero, hoy por hoy, en el Korova solo brindamos con su ausencia.
Siempre es un placer acercarse por el Korova a degustar un buen malta disfrutando de buena compañía. E imagino que en el fondo todos echamos de menos al viejo Eliezer.
Un saludo desde el Otro Lado.
Genial, me encantó... regresaré por aquí más seguido
Me has cautivado con la mujer - viaje, no estaràia mal ser un transglobal express y luego que lo cuenten... volveré...
Muy bueno. Te descubrí recientemente y volveré a leerte.
Pike ahora que te leo entiendo todo... Claro, es que a mí siempre me han tocado hombres desordenados, si, eso es.
Besos borrascosos
Me ha encantado tu forma de escribir y el relato, una historia de sexo y venganza.
Un saludo.
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