Vidas ordinarias
La muerte de un tipo como Nicky Gordon no fue diferente a la de muchos otros. Lo encontraron una mañana en su habitación tras la visita de un par de tipos con los que tuvo un intercambio de impresiones dejando la dialéctica por el suelo junto a una decena de casquillos. Y si su muerte era algo ordinario, no lo fue menos su vida: Nicky se crío en un ambiente en el que el sueño americano de cualquier muchacho pasaba por entrar en la banda de Frank Costello, el flamante capo de New York. Y así comenzó su carrera como casi todos los chavales, pasando recados o vigilando en las esquinas. Como muchos otros.
Nicky era un tipo tímido, que a duras penas disparaba un par de palabras que te dejaban la boca seca y el cerebro turbado. Lo conocí en los muelles de Brooklyn en la época en que los controlaba Albert Anastasia y no entraba trabajador ni mercancía fuera de su control. Nicky y yo nos ocupábamos de que nadie se pasara de listo. A veces se animaba y me contaba alguna cosa de su infancia: Muchacho, era una época difícil. En casa únicamente sobraba hambre. Algunas noches, si queríamos cenar algo, teníamos que chupar las manchas de la camisa.
Nicky sabía hacer su trabajo. Se atenía a lo que le indicaban. Si tenía que amenazar a algún tipo o darle un escarmiento, lo ejecutaba pulcra y fríamente, sin adornos. Una de aquellas veces le acompañé y, al terminar, fuimos a tomar una copa a uno de esos bares en los que la única mano de pintura que habían dado en muchos años era para tapar el contorno de un cuerpo pintado en el suelo con tiza blanca. Allí, recibieron con afecto a Nicky porque los tipos sórdidos como él siempre dan ambiente, como el humo, la luz escasa o las mentiras. Al tercer whisky me dijo: sabes Pike, nunca he liquidado a ningún tipo que no oliera a muerto desde dos semanas antes. Lo único que hice fue encajar en su espalda las balas que otro tipo les había disparado días antes desde su oficina. Yo únicamente cumplí un encargo que, de no hacerlo yo, habría cumplido cualquier otro. Creo que como mucho un juez sólo me podría condenar por haberles hurtado unas cuantas horas de vida. ¡Maldita sea, muchacho!, estoy casi seguro que cuando les disparé algunos de esos tipos ya estaban fríos. Aquella noche le estuve observando y comprendí que afrontaba su trabajo con la resignación de un profesional. Y ojala todo el mundo lo hiciera con su misma integridad y algo de su decencia.
El funeral de Nicky tampoco fue diferente. Un ataúd de oficio, sin familia y un par de tipos resguardándose del frío. Hasta que por fin vi entrar algunas caras conocidas y me alegré de ver allí a algunos de los chicos. Porque, al fin y al cabo, todos sabíamos que una vida como la de Nicky bien podría ser la nuestra.
— ¿Temes a la muerte, Espartaco?
— No más que a la vida.
Antonino (Tony Curtis) & Espartaco (Kirk Douglas) · Espartaco
7 Comentarios:
"los tipos sórdidos como él siempre dan ambiente, como el humo, la luz escasa o las mentiras"
Así deberíamos ser de cuando en cuando, como Nicky...
Besos borrascosos
:) Genial relato. Seguro que Nicky podria contarnos muchas historias. Como por qué habia tiza bajo la pintura de aquel bar...
Nunca me canso de pasar por aquí, bravo Pike, y sigue dándoles matarile...
Saludos.
Una vida como tantas otras, en el sórdido ambiente del Korova, donde, a pesar de escucharse la misma historia una y otra vez, a los clientes les gusta, quizás, pero sabiendo que no va a ser así, esperando que esta vez cambie el final.
Un trago a tu salud. Sláinte.
Todos acabamos solos y en la misma caja, lo único que cambia es el ángulo y el tipo de bala.
Muy buen diparo, saludos
Alatriste en negro?
Coincido con Pejooe, lo único que cambia es el ángulo y el tipo de bala.
Un saludo.
Óliver
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