Cuando un amigo vuelve

Sí amigo. Aquella charla no te hizo huir de mi lado en el club. Ni ninguna otra, ni siquiera las mujeres que fueron pasando lo lograron. Ni aquella enfermera que tenía por ojos dos sicarios con más cuentas pendientes que los Juzgados de Chicago, ni un poco antes aquella otra, metida en política, que dejó en tu interior una herida con tres mil trayectorias. Y si las mujeres no pudieron, qué decir del dinero y las veces que me lo prestaste. Por dios santo, amigo, estuve a punto de pedirte prestado para contratar a un tipo que me llevara la cuenta de lo que te debía.
Sí amigo, teníamos confianza. Te tenía tanta que a veces me daban ganas de buscarme problemas sólo para poder contártelos. Ahora, en ocasiones, cuando ya es tarde y la noche está hecha jirones, me da por recordar todo eso. Lo hago en silencio, sentado en la barra de nuestro querido Korova, en la misma banqueta que tantas veces fue vecina de la tuya, mientras regresan lentamente las viejas imágenes de nuestras mil historias que parecen llevar de fondo la turbia voz de Van Morrison. Dios santo, amigo, éramos tan jóvenes que algunos de nuestros recuerdos pertenecían todavía al futuro.
No se porqué te fuiste, nunca te pedí explicaciones. Sólo espero que decidas regresar. Mientras, te esperaré sentado en la barra de nuestro Korova.
- Dave. Dos copas. De lo de siempre.
- ¿Por qué has vuelto?
- Porque es lo que hacen los amigos. Se perdonan.
Big Fish