martes, julio 07, 2009

Algunas cosas extrañas, por ejemplo el respeto




A veces es difícil recordar que en el sórdido ambiente de la noche, entre el humo de los bares y las caderas de una mujer, algunos sentimientos no son de garrafón. El respeto es uno ellos, un sentimiento curioso que crece a veces donde y en quien menos lo esperas. Sólo así se entiende que tuviera cabida en el Korova un tipo como Clint Howard.

No dejaba de ser paradójico que en un club con esa reputación respetaran a un tipo que trabajaba como inspector de homicidios para la policía de Chicago. Tanto como que allí hubiera un poli sin el contorno de un tipo pintado con tiza en el suelo. Pero Clint llevaba veinte años navegando por la noche del Korova, bebiendo tranquilamente su whisky con soda, sin que nunca le salpicara una gota ni un billete de cien dólares. Quizás porque era de los pocos policías de la ciudad que aceptaba que su sueldo era el justo para llevar una holgada vida de escasez.

Dave Manilow, el ladino dueño del korova, le respetaba. Aunque al principio receló de aquel cliente, un poli solitario y tranquilo, con el tiempo valoró el hecho de que nunca intentara pagar su copa enseñando la placa o que tuviera la cabeza enterrada en la barra justo cuando los tipos sentados a su lado podrían ser detenidos solo por su forma de leer el periódico. Hasta las chicas del club, indolentes por lo general, dejaban que sonrieran sus ojos cuando le servían.

A mi, en cambio, me gustó siempre su tranquilidad, su sensación de aceptar el mundo tal y como viene. Me quedó grabada aquella ocasión en que tras una trifulca en los servicios del Korova apareció un tipo con seis tiros, la cabeza destrozada y el aspecto de haber discutido con un tren de mercancías. Dave se acercó y le preguntó a Clint, ¿qué piensas amigo? ¿Por qué crees que habrá sido? El dio una calada infinita a su cigarrillo, sopesando las palabras. Tras una pausa contestó: “a riesgo de precipitarme, por el momento creo que podemos descartar la hipótesis del suicidio”.

De su vida privada poco había poco que conociéramos. Arrastraba los escombros de un matrimonio y el aspecto de estar siempre a punto de conocer su próximo divorcio. Una de los pocas veces que conseguí sacarle alguna palabra me confesó: “Pike, muchacho, he pasado toda la vida empalmando noches, conjugando mi vida con matones, crímenes y mujeres con las que bastaba cruzar un par de palabras para coger una infección. Lo único que podría reprochar a mi ex mujer es que no me contagiara nada nuevo”.

Me gustaban los tipos como Clint y aún me gusta más poder encontrarlo algunas noches en el Korova, que siempre fue un bar donde cada cliente es un perdedor y cada copa el orgullo de demostrarlo. Pero donde a los tipos como Clint Howard siempre se les respetó.


- Duermo tranquilo porque mi peor enemigo vela por mí.
Rubio (Clint Eastwood) · El bueno, el feo y el malo